sábado, 17 de julio de 2010

Sindo Garay: un dia como hoy, 17 de Julio de 1968...


A la edad de 101 años fallece Sindo Garay , trovador,  compositor  de inolvidables canciones.  Cuenta  en sus memorias Orlando Quiroga como fue cortejado el carro funebre conduciendo los restos de Sindo desde la ciudad de la  Habana hasta su destino final,  Bayamo, por una nutridisima caravana de artistas y a lo largo de la carretera central se agrupaban personas para despedir al trovador.  El siguiente escrito fue tomado de La Jiribilla, revista cultural cubana:

Sindo Garay, la espiritualidad cubana





Bladimir Zamora Céspedes • La Habana

Sindo Garay no inventó la trova cubana, pero es sin lugar a dudas el más alto exponente de género musical nuestro. Criatura nacida en muy humilde hogar santiaguero, no tuvo oportunidad de acceder a ningún tipo de instrucción académica. Para tratar de ganarse la vida probó suerte como payaso y maromero en varios circos. Más tarde estuvo intentó laborar en una talabartería, pero bien pronto entendió que la naturaleza lo había puesto sobre la tierra especialmente para hacer canciones.
Supo muy pronto nutrirse de sus mayores, como el respetable Pepe Sánchez, de tal manera que con lo solo diez años compuso la primera canción. En lo adelante, el mejor modo de comprenderse a sí mismo y a todo lo demás que conformara su entorno fue la creación musical.
                                 


Crece en tiempos en los cuales los hijos de esta Isla disfrutaban con fruición la conciencia de saberse cubanos y hacían crecientemente todo lo que estaba a su alcance para cobrar la plenitud humana con la independencia. Sindo sintetiza los principales perfiles del ser humano que éramos entonces, por ello sus canciones resultan el natural espejo donde sus paisanos pueden hacerse las más acuciantes preguntas y encontrar también las respuestas más duraderas.
Sus versos dan fe de todos los amores posibles. Cantan su constante deslumbramiento por la mujer y su muy visible vocación patriótica. Logró no pocas veces trenza en una sola composición ambos factores. “Ella es sencilla, le brinda al hombre/ virtudes todas y el corazón./ Pero si siente de la Patria el grito,/ pero si siente de la Patria el grito/ todo lo deja, todo lo quema,/ ese es su lema, su religión.”, dice en su modélica “Mujer bayamesa”.
Merced a su genial intuición artística Sindo bebió también de la llamada música culta que generalmente pudo conocer formando parte del público atento a conciertos sinfónicos, óperas y zarzuelas, que se presentaban en el país. A partir de esta formación se convirtió en un compositor de muy ricos recursos melódicos y armónicos, a partir de los cuales concibió canciones que no están a la alcance de cualquier intérprete, piénsese por ejemplo en “El huracán y la palma”.


Sindo Garay, Hermanas Martí celebrando su centenario

Aunque nació en Santiago en 1867 y se afirma con razón que a partir de 1906 radicó su residencia en La Habana, en realidad el autor de “Las amargas verdades” y “La tarde”, fue una criatura andariega que durante su larga vida podía de repente aparecer en cualquier bar, cantina, patio o plaza de Cuba. Esas canciones que poco a poco le hicieron un infaltable y legendario ser la nuestra cultura, fueron creadas en roce bohemio de las interminables noches de la Isla., para después trascender las aguas territoriales de la mayor de las antillas, desde su poderosa voz segunda, o desde muchas otras voces de sus paisanos que con mucha frecuencia las alzan en sus timbres actuales.

Las composiciones que Sindo logró en sus días expresando el tramado esencial de la espiritualidad cubana, mantienen intacta su resonancia y son tomadas como propias por cantores de ahora mismo. La más reciente y hermosa prueba de ello, fue el concierto que la revista El Caimán Barbudo ofreció el pasado once de abril, en el cine teatro habanero Astral, con la aspiración de que en la fecha de su onomástico, a partir de ahora se celebre el Día de la Trova Cubana, para reconocer en la fecha del juglar más pleno, la incontable cantidad de cultores de esta vertiente de la música que nacido en la mayor de Las Antillas. En la cercanía del ciento treinta y nueve cumpleaños de Garay, varios de los más jóvenes y talentosos cantautores cantaron, como acabadas de salir de una de aquellas remotas madrugadas del bardo, “Cualquier flor”, “La baracoesa”, “Rayos de Oro”, “Perla marina”…Y lo más importante, no fue un hueco gesto formal, haciendo sus canciones por cumplido, sino una demostración de que desde entonces Sindo nos compuso un inmenso cesto de canciones, para todos los tiempos de nuestra sensibilidad.




¡NO SE LO PIERDAN!: Del propio Sindo, de cómo escribió La Bayamesa.

¡CUÁNTOS MISTERIOS ENCIERRA CUBA!
De cómo compuse “La mujer bayamesa”


• Escuchar tema interpretado por Benny Moré

Andaba por Bayamo allá por el año 1918, con mi hijo Guarionex, como siempre, y con mi inseparable guitarra. Por aquel entonces, vivía en Bayamo un gran amante de la trova, el bayamés Eleusipo Rodríguez, que daba alojamiento a cuanto cantador le cogía el amanecer en el serenateo, y mucho más si este estaba bruja. Eleusipo era un buen amigo, y en todas las ocasiones que yo visitaba Bayamo por aquellos tiempos, allá me iba con él a compartir el trago y las canciones. La noche antes de ocurrírseme “La mujer bayamesa” recuerdo que un grupo de cantadores habíamos andado regalando serenatas a las muchachas bayamesas. Después nos fuimos para la casa de Eleusipo y nos sentamos todos en el patio grande sembrado de árboles frutales, y nos pusimos a comentar los últimos acontecimientos ocurridos en Cuba, mientras alternábamos la conversación con el canto de canciones y boleros en boga. El empinao1 con su colador de tela de lana había dado varias veces el aromático y delicioso café que, junto con el ron, nos acompañó hasta el amanecer, y mantuvimos la animada cháchara hasta que los colores de la aurora tiñeron el Oriente. Cada uno de nosotros buscó acomodo en la casa, y yo me acosté en el mismo patio, en una colombina que me ofreció Eleusipo y que estaba bajo el ala del amplio portalón, ancho y acogedor. El reloj se había tragado el tiempo y yo ni lo había sentido. Tampoco oí el canto del gallo, que llenó con su quiquiriquí la madrugada, pues desperté cuando la voz de Eleusipo me llamó para almorzar, al tiempo que me sacudía por un brazo. Fue entonces cuando le pregunté qué hora era: “Las doce —me dijo—, y el sopón está esperando”. Salté ligero de la colombina y me fui para la cocina, donde, en el fogón, hervía a todo tren el sopón, hecho, como se dice, “con todos los jierros". Ni la cabeza de macho le faltaba. Volví para el patio y me puse a contemplar los hermosos árboles: mangos, aguacates, zapotes... La tierra, cubierta de fina yerba, aparecía húmeda aún por el rocío de la madrugada, a pesar de que ya era bien entrado el día. Metí las manos en la palangana que me ofrecía Eleusipo y me lavé la cara. Después, él la puso sobre una mesa y fue a buscarme una taza de café bien caliente que bebí con gusto. Volví a recorrer la arboleda con la mirada. Han pasado muchos años, es verdad, pero lo llevo grabado en el corazón y en el recuerdo.

Muchas cosas me han ocurrido a mí en la vida que no he podido borrar de mi memoria. Al mirar el patio aquella mañana y ver todo lo que me rodeaba —recuerdo que había un pedazo de paredón ennegrecido por el incendio de Bayamo—, me vino enseguida la poesía, se me ocurrió allí mismo un verso. A mi mente acudió la imagen de la mujer bayamesa con su sacrificio, con su coraje y su patriotismo. La valoré como la verdadera heroína que fue y que no titubeó en hacer de su dignidad una tea para incendiar su propia ciudad. Pensé en el estímulo que debió de ser para los mambises, y el acicate que dieron a estos con su amor y su valentía cuando la guerra. En un rincón del patio de Eleusipo había una mesa de mármol con las patas enterradas en la tierra. Pues sí señor, allí mismo, en aquella mesa, puse el papel que recogería los versos de “La mujer bayamesa”. Me senté en un taburete que hallé a mano y empecé a escribir la letra que vino fácilmente:


La mujer bayamesa

Tiene en su alma la bayamesa
tristes recuerdos de tradiciones;
cuando contempla sus verdes llanos,
lágrimas vierte por sus pasiones. ¡Ah!
Ella, sencilla, le brinda al hombre
virtudes todas, y el corazón,
pero si siente de la patria el grito,
pero si siente de la patria el grito,
todo lo deja, todo lo quema,
ese es su lema, su religión.
Ese es su lema, su religión,
ese es su lema, su religión.

Así fue como en Bayamo, en el año 1918, nació mi obra más famosa. Cuando ya la tenía perfilada, llamé a Eleusipo y le dije: “!Oye esto, compay...!”, sin saber que la composición que acababa de nacer iba a recorrer el mundo. “La mujer bayamesa” fue llevada al extranjero por el violinista cubano Luis Varona, quien la dio a conocer en muchos lugares. El día que la compuse empecé tarareando la música que me venía por inspiración. Después, como ya tenía copiada la letra en el papel de cartucho, que fue lo único que encontré allí, cogí la guitarra y empezó a surgir de ella la música que conformaba la melodía de criolla que iba prendiéndose en mi memoria. Como nunca he sabido música, siempre he tenido como único recurso, para que no se me olvide lo que compongo, fijarlo en la memoria a base de repetir y repetir muchas veces. Así es que “La mujer bayamesa” también, como otras, fue repetida infinidad de veces aquel día y muchos de los que vinieron después. Unos días .más tarde, en la casa de una nieta de Francisco Castillo Moreno, autor de la primera “Bayamesa”, escrita en el año 1851, y que él dedicara a su novia, Luz Vázquez, canté la que luego sería mi obra inmortal y que se vino a inscribir en el Registro de Autores nueve años después. Muchos autores de danzones, en el estribillo de algunos de estos, usaron la melodía de mi criolla y cobraron los derechos de autor por una obra que realmente no era de ellos.

El estreno de “La mujer bayamesa” fue en el cine teatro Bayamo, situado frente al parque principal de la Ciudad Monumento. Esa noche cantamos Guarionex, Guarina y yo, pero ocurrió una cosa tremenda: solo estaban sentados en la platea la taquillera del cine y el pianista que amenizaba las películas silentes. Ellos fueron nuestro único público aquella noche memorable, y, por pena, pagaron. Se recaudaron solo cuarenta centavos. Muchos años después, el doctor Aniceto Valdivia, intelectual muy conocido y periodista del Diario de la Marina, que usaba el seudónimo de Conde Kostia, hizo el análisis de “La mujer bayamesa”:

“Conozco a muchos autores y compositores cubanos, pero al autor de ‘La bayamesa’, no. No sé quién es ese Sindo Garay, pero a mi entender ha hecho una obra verdaderamente patriótica, profunda y, sobre todo, muy sentida y elocuente. Cuando él dice: tiene en su alma, usa la frase justa, aunque hay por ahí quien le cambia la letra diciendo: lleva en su alma... La palabra tiene es la correcta, porque lo que se tiene se conserva y lo que se lleva se puede perder. Cuando habla de que ella, sencilla, le brinda al hombre, da a entender que es la mujer la que ofrece, cosa nueva entre nosotros. Al continuar, pero si siente de la patria el grito, todo lo deja todo lo quema, expresa el valor moral y la grandeza de esta mujer que deja amor, hogar, todo por su patria, y que prefiere quemar su hogar a entregarlo al enemigo. Sindo concluye con ese es su lema, su religión, expresando así que la mujer de Bayamo tiene muy bien definidos sus sentimientos patrióticos. Nunca he oído en canciones populares letra tan emotiva y de tan hondo significado”.2

Yo tenía ya muchísimas obras, pero esta representó algo especial para mí. Cuando la cantaba me sentía más cubano y patriota. En esos tiempos tuve la idea de crear un escudo que tuviera, en vez de un gorro frigio, un sombrero de yarey. Siempre pensé que en Cuba no tenemos por qué coronar el escudo con el gorro frigio, de origen francés, cuando el sombrero de yarey viene a ser algo así como el sombrero nacional de los cubanos...

Después que compuse “La mujer bayamesa”, me quedé a pasar una temporadita en Bayamo. Muchos de los cantadores de allá querían que me fuera para sus casas, porque siempre he tenido mucho arrastre. Entre ellos estaba Olimpo la O, a quien llamaban cariñosamente Pimpo. Era un buen cantador, tocador de guitarra y componía unas canciones amorosas y patrióticas muy buenas. A su casa fui a parar en aquel tiempo que estuve en Bayamo, y él se desvivía por halagarme, por brindarme comodidad. Su casa era humilde, pero dentro de ella estaba el corazón de Pimpo, que era muy grande. Allí iban los amantes de la música, y sobre todo de la trova. Por las noches nos reuníamos y casi siempre nos cogía el amanecer tocando y cantando. ¡Qué tiempos aquéllos! Esas son las cosas que lo alientan a uno a seguir viviendo. ¡Sí señor! Aquello era un verdadero jubileo de cantadores. Por la mañana, por la tarde, por la noche, por la madrugada. No se sabe la cantidad de canciones que se oían en un día solamente en casa de Pimpo la O. Cuando le dije que me iba otra vez para Santiago, no quería que me fuera de ninguna manera. “Pero compay —argüí—, ya tengo ganas de irme. Me he pasado ya mucho tiempo por aquí...” Y así mismo fue. Preparé todo y un día arranqué para Santiago de Cuba, porque como he dicho muchas veces, nunca he podido quedarme estático en un mismo lugar por mucho tiempo. Mis hijos vinieron conmigo. ¿Qué iban a hacer ellos solos en Bayamo? Nos prepararon una despedida tremenda y fueron todos los cantadores de Bayamo, porque Pimpo avisó a todo el mundo que yo me iba. Me acuerdo que se cantaron cosas mías en cantidad y también, claro está, de otros autores. Mi amigo Pimpo fue uno de los mejores compañeros de mi juventud y también de mi vejez. Nos compenetraban la música y la bohemia. Lo mismo que Eleusipo Rodríguez, en cuya casa, rodeado de frutas cubanas, se me ocurrió mi mejor sindada, la conocida por “La mujer bayamesa”.

Después que en 1851 el músico-abogado Francisco Castillo Moreno, Carlos Manuel de Céspedes y José Francisco Fornaris escribieran “La bayamesa”, para cantarla ante la ventana de Luz Vázquez el 27 de marzo de aquel año, y que Pedro (Perucho) Figueredo, en la madrugada del 14 de agosto de 1867 (año del nacimiento de Sindo Garay), compusiera “La bayamesa”, que devino Himno Nacional, surgieron otras obras a las que sus autores les impusieron el mismo título.

En 1918 aparece “La mujer bayamesa” de Sindo Garay, registrada en el año 1927 en la Sociedad Cubana de Autores de Música y Literatura. Luego, en 1920, el maestro Antonio María Romeu compuso un danzón con idéntico título. En 1921 el músico Sergio Pita escribió otro danzón que también registró como “La bayamesa”. En 1936, Flora Mora y Rivas creó una canción popular que fue inscrita con igual título que las anteriores. Por último, en el año 1937 Ramón Rivera escribió un melodrama que obra registrado en la entonces Sociedad General de Autores de Cuba igualmente como “La bayamesa”.

1 Trípode de madera que sostiene el saco de tela utilizado para colar café.
2 Archivo de Sindo Garay.

Tomado del libro Sindo Garay: Memorias de un trovador de Carmela de León.
Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2002.


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9 comentarios:

cubanerías dijo...

Iraida, no me lo vas a creer. Estaba yo en Bayamo ese día en casa de mi familia materna. Me pasaba días entre Santiago y Bayamo, una vez que estuve fuera de la Universidad,y ese día no lo olvido.
Estabamos en el patio de la casa, cuando avisan que iba el entierro de Sindo Garay bajando la calle Martí creo, y una de mis queridas tias ya fallecida, hizo una exclamación que nos hizo reir a todos pues pronunció el nombre de Sindo como "Chindo" Garay. Todos reimos. Hoy día recuerdo ese día, a mis adoradas tias, a Bayamo el pueblo de mi madre; recuerdo aquellas imborrables imagenes tan queridas y me da tristeza, de que ya todo pasó y que de eso no me queda nada.

Me ha hecho recordar este post y hasta llorar.
A aquel patio querido hace bastante que no voy y ya no está como antes.
LO añoro todo de aquella tierra querida.

Iraida dijo...

Cubanerias, SI te queda. Esos recuerdos que atesoras son invaluables. Solo vivimos un segundo de cada dia, lo anterior se convierte en recuerdos, memoria, o no?

Oye, te lo creo todo.

Si vuelves y puedes contarnos mas impresiones de ese dia de 1968 en Bayamo.

Creo que voy a copiar aqui, aunque me tome tiempo, las memorias de Orlando Quiroga (era el guionista de La gran escena y otros programas de tv).

Iraida dijo...

LA BAYAMESA

Andaba por Santiago de Cuba cuando llegó la noticia de la muerte de Sindo Garay, en 1968.
Lo llevarían desde la Habana, para su entierro en Santiago. Entonces comenzaron los debates y al fin hubo consenso en que, aunque santiaguero, su último lugar estaría en Bayamo. Habia enjambre de trovadores, de gente semitriste y otras no tanto. Alguien vendia cancioneros y hojas sueltas con la letra de La Bayamesa. Tras una desorganización general, al fin salio la caravana, con un carro amplificador que atronaba la carretera con las notas de "Lleva en su alma la bayamesa..." El joven que hablaba por el amplificador vio en aquella su oportunidad de entrar en la historia y hablaba a los asombrados campesinos, parados al borde de la carretera, de las bondades del "distonismo" (?) y de las trampas vocales de Tardes grises.
En una parada que hizo la caravana en Palma Soriano, identifiqué a las hermanas Martí y a Teresita Fernández muy llorosas. El motivo de la parada era para que una hermana de Sindo, idéntica a él, pudiera verlo y rezarle.. Algunos hombres aprovecharon para ir tras las matas, y alguien vio una bodeguita llena de botellas de "paticruzado", el ron oriental y exclamó:
-¡Qué carajo tanta tristeza, a Sindo bien que le gustaban la música y el ron!
Fue como una señal para que todo el mundo fuera a comprar su botella. La caravana siguió rumbo a Bayamo, ya más estimulada por los tragos, llevando un tesoro: el autor de La Bayamesa, de Perla Marina, de Retorna, de Ojos de Sirena, de tantas joyas en el tesoro de nuestra cultura.
Cuando llegamos a Bayamo, aquello era increible. Habia gente subida a los árboles, no se cabía en las calles; los postes de electricidad estaban llenos de personas. Se hizo de noche antes de poder llegar al local acondicionado para homenajear a Sindo. Había muchas flores, y presidía el funeral una corona cuadrada de la que pendía una cinta en la que se leía: "A Sindo Garay, de Fidel Castro."
Habían dado las ocho y media. Los trovadores improvisaban peñas con las canciones de Sindo. Teresita compuso una que emocionó a todos. Y, por fin, Sindo fue sacado entre cientos de flores, rumbo al destino ¿final? Se tardó mucho en llegar y ya la noche estaba madura. Se dijeron palabras de despedida, ninguna más emotivas que las voces roncas de canto y ron de los trovadores de Santiago. Y por la magia de Sindo aún después de muerto nació otra tradición, otra perla en la frente de Bayamo. Los músicos, los jóvenes de allí, amantes de la serenata, que siempre termina con un plato de ñame y tasajo, siguen yendo a buscar la tumba de Sindo, y, con la voz caliente de alcohol cantan bajo la luna:

pero si siente
de la patria el grito
ese es su lema, su religión.

cubanerías dijo...

Iraida, de donde sacaste ese escrito que bello.Me dices.

Imagino que asi fue. Ahora no recuerdo bien si fuimos a la calle Marti a ver el entierro. Esa calle es a una cuadra de la casa de mis abuelos, que esta en Estrada Palma.
Sin embargo atesoro bien aquella escena en el patio de la casa, y la jocosidad nuestra.Era yo bastante joven y ha llovido bastante, los detalles no los retengo pero si la esencia. Y la esencia es la cubanía de esos recuerdos mios.

Muy buena esta entrada. Te felicito.

Caselo dijo...

Y sigo recordando a nuestros juglares vallenatos, apropósito de este homenaje que le rindes al gran Sindo Garay. Déjame busco algo al respecto y en cualquiero momento te lo dejo en tu puente. Otro abrazo enorme

Carlos Eduardo.

Anónimo dijo...

Iraida, te dejo esta crónica de como Sindo compuso "La mujer bayamesa"

Esta formidable. La puedes añadir al post.

http://www.lajiribilla.cu/2006/n258_04/258_20.html

Cubanerías.

Iraida dijo...

Cubanerias, ese pasaje sobre la caravana de duelo esta en las Memorias de Orlando Quiroga, pequeño libro de poco mas de 200 paginas, edicion 1996. Se la envio a mi difunto esposo su hija. Tambien cuenta sobre una oportunidad en que Sindo Garay, entro a la oficina en que el trabajaba (si no recuerdo mal el Trust Co., oficina principal, calle Aguiar. Probablemente alguna vez pasarias caminando frente a la biblioteca del sindicato bancario en la calle Obispo, ahi trabajo Quiroga por algun tiempo como bibliotecario, escapando a la rutina de la oficina. Pero el tambien escribio periodismo y posteriormente seria guionista de programas de tv, como de la Gran Escena y aquel en que Eva (?)la presentadora, iniciaba el programa con aquel "Saludos Amigos".

A proposito de este homenaje a Sindo, el barbero de Manuel Corona, quien murio mucho antes que Sindo, inicio una campaña para...lo dejo para otro dia, y como bien dice Quiroga...y despues hablan de surrealismo.

Iraida dijo...

Caselo me encanta el vallenato y todo lo que se musica folclorica, especialmente de Colombia y Venezuela, la musica llanera. No conozco tanto de ella, pero, lo siento, me gusta mas que lo nuevo que se ha hecho (excepto la salsa. Se que es muy rica y variada la musica colombiana por las diferentes regiones que componen el pais y las poblaciones que la integraron.
Saluditos. Pasare por tu sitio.

En fin, el Mar dijo...

muy interesante y hermoso, no conocia nada e eso, gracias, me encanta este blog!!!