Entre la arquitectura colonial de Remedios (Cuba), se celebra una navidad muy poco ortodoxa, en la que se enfrentan festivamente dos barrios a través de un sinfín de fuegos artificiales, desfiles de carrozas y congas callejeras. Gana el que hace el espectáculo más deslumbrante y el veredicto es resultado del clamor popular...
San Juan de los Remedios, más conocida como Remedios, es un municipio y ciudad ubicada al noreste de la provincia de Villa Clara, antigua provincia de Las Villas.
Fundada en 1513, es la octava villa fundada en Cuba por los europeos. Algunos historiadores afirman que es el tercer emplazamiento español más antiguo de Cuba, solamente precedida por Baracoa (1511) y Santiago de Cuba (1515).
LAS PARRANDAS DE REMEDIOS.
Son consideradas la festividad más antigua de Cuba.
Surgió cuando el padre Francisco de Quiñones, -que oficiaba en la Iglesia de la ciudad de la Isla-, en el siglo XVI ante la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, ideó que los muchachos del pueblo despertaran con gritos, pitos y latas a los vecinos, obligándolos a acudir a la ceremonia religiosa.
Surgió cuando el padre Francisco de Quiñones, -que oficiaba en la Iglesia de la ciudad de la Isla-, en el siglo XVI ante la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, ideó que los muchachos del pueblo despertaran con gritos, pitos y latas a los vecinos, obligándolos a acudir a la ceremonia religiosa.
Es esta una fiesta ruidosa desde su propio nacimiento. Hacia 1871 adoptan la estructura que en lo esencial se mantiene viva. En ella se enfrentan dos barrios: San Salvador y El Carmen. El 24 de diciembre, una vez que las campanas de la Iglesia Parroquial Mayor anuncian las nueve de la noche, cada bando descubre la habilidad creadora en sus trabajos de Plazas y la carroza que cada uno de ellos ha mantenido en secreto durante todo un año. A esto lo acompaña una guerra de fuegos artificiales, morteros y bengalas, así como la música tradicional caracterizada por el repique y la polka y los símbolos de cada parte.
Las parrandas se fueron extendiendo posteriormente y con características parecidas a muchas otras localidades, entre ellas Camajuaní, Caibarién, Vueltas, Falcón, Chambas y otras.
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El sello africano:
Los estudios antropológicos ven una presencia clara de la música y la cultura popular de África subsahariana occidental en las parrandas. Muchos de los primeros participantes de la fiesta eran africanos y su influencia se percibe aun en esta “orquestación social” donde dos grupos se desafían a través de cantos y bailes, dialogando de manera coral. Se provocan a través de las rumbas con estribillos, un rasgo distintivo de ciertos cultos de ascendencia africana. Se oyen incluso en las parrandas ciertos vocablos de origen bantú. La fiesta es entonces una gran teatralización donde el eje de la trama está en derrotar al otro. El escenario abierto del pueblo es donde se desarrolla la acción, que llega a su punto más alto con la entrada final de los dos barrios a la plaza con sus carrozas enfrentadas. Los pobladores intervienen como actor-espectador en un contexto de alta sociabilidad, dos elementos que existen aún hoy en las aldeas más aisladas de África.
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El sello africano:
Los estudios antropológicos ven una presencia clara de la música y la cultura popular de África subsahariana occidental en las parrandas. Muchos de los primeros participantes de la fiesta eran africanos y su influencia se percibe aun en esta “orquestación social” donde dos grupos se desafían a través de cantos y bailes, dialogando de manera coral. Se provocan a través de las rumbas con estribillos, un rasgo distintivo de ciertos cultos de ascendencia africana. Se oyen incluso en las parrandas ciertos vocablos de origen bantú. La fiesta es entonces una gran teatralización donde el eje de la trama está en derrotar al otro. El escenario abierto del pueblo es donde se desarrolla la acción, que llega a su punto más alto con la entrada final de los dos barrios a la plaza con sus carrozas enfrentadas. Los pobladores intervienen como actor-espectador en un contexto de alta sociabilidad, dos elementos que existen aún hoy en las aldeas más aisladas de África.
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Sobre el final de la fiesta, cada vecino está firmemente convencido de que su barrio ganó la contienda y tanto El Salvador como El Carmen recorren las calles de manera triunfal, dedicándose marchas fúnebres.
Como no hay un jurado tampoco hay ganador oficial. Los argumentos más irracionales se utilizan en estas discusiones de criterio estético al clarear del alba, hasta que todos se van retirando de a poco bajo el fragor de las últimas explosiones.
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Al día siguiente, la prensa se hace eco de cierto consenso extra- oficial acerca de cuál ha sido el ganador. A veces es muy clara la superioridad de un barrio, pero otras no. De todas formas, hay un veredicto popular que termina siendo más o menos aceptado.
Así concluyen estas navidades tan poco ortodoxas y bastante profanas, marcadas por la expresividad corporal y musical de la impronta africana, como no existen otras siquiera parecidas en ningún lugar del planeta.