No me quejo nada de la vida, es privilegio estar aquí, mirar a este pueblo que me quiere, eso es mucho para mí, dijo Carilda Oliver Labra, a punto de cumplir 88 años de edad.
Carilda Oliver, Premio Nacional de Poesía (1950) y Premio Nacional de Literatura (1998) entre muchos otros premios y distinciones nacionales e internacionales nació un dia 6 de julio de 1922. El libro que le valió el Premio Nacional de Poesía en 1950, Al Sur de mi garganta, fue recientemente reimpreso en una edición popular de 10 mil ejemplares y presentado en una de sus especiales tertulias.
La poetiza matancera, emocionada, recordó a buenos amigos que ya no la acompañan porque partieron de este mundo y los momentos de angustia cuando su familia la dejó sola; pero eso forma parte de la vida, comentó, nada se compara con el cariño que recibo a diario.
Anunció que dos de sus poemas fueron traducidos al idioma hindú, noticia que recibió en una misiva de la embajada de la India en Cuba, ya sé como escriben mi nombre en esa lengua, exclamó.
La autora atesora unos 40 libros publicados y llevados al Inglés, Francés, Alemán y Búlgaro, entre ellos Al Sur de mi garganta reeditado en seis oportunidades, Desaparece el polvo, cuatro; Soneto, tres y Se me ha perdido un hombre, en dos ocasiones.
Cómo reflejó en un poema la ausencia de la madre que marchó a Estados Unidos:
Madre Mia que estás en una carta
Madre mía que estás en una carta
y en un regaño antiguo que no encuentro,
quédate para siempre aquí en el centro
de la rosa total que no se aparta.
Madre mía que estás tan lejos, harta
de la nieve y la bruma, espera, que entro
a ponerte a vivir con el sol dentro,
madre mía que estás en una carta.
Puedes darle al misterio tu infinita
amistad con las sombras hechiceras;
puedes ser una piedra que se quita
o borrarme ahora mismo las ojeras;
pero, madre, recuerda nuestra cit
¡no te atrevas a todo, no te mueras!
II
Trato de hallar aquella luz
que apenas
canta en el vientre necesario
donde nací a la vida,
pero pareces sólo un eco
que brota de la tierra cuando llueve.
Registro los anones, las vidrieras,
el delantal que no olvidó tu música,
y nada encuentro sino un miedo
a que te vuelvas de ceniza.
Pregunto por tus ojos
—amanecían más que el mismo cielo—;
invento tus arrugas
—pues sí que son estalactitas
de mucho que las quiso el tiempo.
Sólo es verdad que te perdiste y sigo
buscando por rincones
y que hasta en los cadáveres espío.
Yo te dije que no, pero era Cuba.
Me estabas invitando a tanta nieve sin saberlo.
¿Qué hubiera hecho sin el sol,
mamá juiciosa entre frituras cocinando siempre?
Si a mí esas uvas no me dicen hija
y en cambio quedo lela ante las palmas,
me da suerte la aurora
con su repunte de sinsontes...
Mamá,
vuelve con el terral, entra en el tiempo,
aprovecha el milagro de la tarde;
te cogerá la mano zurcidora
aquel olor a piña,
has de encontrar en tu zaguán la areca
que se secó de echarle lágrimas.
Mamá,
no pelearemos,
me pondré los vestidos de la infancia
que tú quieras,
barreré tu corazón todos los días.
Aún respeto
el lugar en donde reposabas los cubiertos,
el almanaque del sesenta y cinco
que en la pared hace una mueca de ternura.
No sé cómo decirte
que el comején ya terminó tu cama
y que el espejo, de no verte nunca,
se ha puesto ciego y no le asusta ni el relámpago.
Mamá,
los balancines
de aquella linda mecedora tuya
le han dicho sí a la muerte.
Pero yo te he cuidado esas agujas con que hacías
enredos de colores,
l perfume que alzaste en las cazuelas
y aquel dedal tan único,
aquel dedal de plata
donde cabían los sueños de tu esposo.
Ay, no te digo viuda
porque papá está aquí guardado entre los libros.
¡Qué broma tan radiante cuando salga!
Ahora sigo siendo libre,
y como siempre pobre, enferma, atolondrada.
Mamá,
te compraré otro piano.
Si cuando llegues falta el queso,
la almendra falta,
te haré algún caldo fabuloso
con el amor y con su cáscara.
Y nos iremos a encontrar sorpresas:
te enseñaré unos eucaliptos inmortales,
el pueblo que aromó su peripecia;
y tú,
devuelta al tomeguín,
te harás un solo nudo con mi tierra
como una madre que abrazó a otra madre.
SI DESEA ESCUCHARLA EN LA VOZ DE CARILDA IR AL ENLACE:
http://palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=2229&p=Carilda Oliver Labra&t=Madre mía que estás en una carta&o=Carilda Oliver Labra
La Tierra
Cuando vino mi abuela
trajo un poco de tierra española,
cuando se fue mi madre
llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria:
la quiero toda
sobre mi tumba.
Quizás el más conocido de sus poemas, particularmente por los enamorados, y en el cual Carilda Oliver refleja toda la pasión amorosa que ha sido capaz de sentir.
ME DESORDENO AMOR, ME DESORDENO
(En la pagina siguiente)
Me desordeno, amor, me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
4 comentarios:
Gracias amiga, sigo aprendiendo....
No la conocía, que poema por Diosssssss. Nunca dejaré de agradecerte que compartas tu cultura con nosotros. De mi parte decirte que hoy soy muy feliz al empezar a cruzar este puente. Un abrazo desde Colombia
Carlos Eduardo
Iraida, qué bello poema y qué gran homenaje a una gloria nuestra.
Gracias a tí he descubierto ese poema y retomo de nuevo a Carilda.
Bello todo.
Gracias por tu visita, Caselo. Me alegro te guste, ella es una poetisa de marca mayor.
Hola, paloma, inquieta voladora.
Cubanerías, seguro tu si conocias a Carilda. El poema a la madre es algo portentoso.
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