miércoles, 6 de octubre de 2010

Celeste Mendoza, La Reina del Guaguancó (uno de los tipos de rumba cubana)

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BIOGRAFIA
Nació Celeste Mendoza en la tierra ardiente de Santiago de Cuba 6 de abril de 1930. Falleció en la Habana, en el mes de noviembre de 1998.
En el centro de todo está Celeste. Desgrana la suave ferocidad de los prohibido, la angustiosa inseguridad de lo cierto. Papá Oggún, ¿qué es esto, Papá Oggún? . Repican los cueros. Un coro de lamentos que pretende ser alegre en la humedad del cajón, el brillo de la cuchara, desde el profundo solar donde brota la rumba. El clamor de Celeste como esencia de una tristeza que parece alegre. Una alegría tristísima. Una angustia desafiante, llena de vida y de azoramientos. Papá Oggún, ¿qué es esto? Incertidumbre de una raza que no sabe aún por qué está en otra tierra. Arrebatados de la propia que tampoco existe. La angustia suave y feroz de Celeste Mendoza.La Reina era una reina.
 Más que lanzarse, se deslizaba hacia el escenario, llevando en sus huesos, transmitiendo, desplazando en derredor, la honda agonía de la rumba. Se le iluminaba el rostro, como si algo divino la tocara y todo se transformaba en su casi detenido, espeso andar. Salía entonces, como la lava de la montaña, el canto bronco donde se iba a recostar al requinto. Pa quiti pá, paqui ti pá. Y el aire se oscurecía de pena acompasada cuando ponía los ojos en blanco y cantaba: Estásss acabando/ con mis sentimientosss, alargando las eses como para señalar un poco más su dolor, con ironía, con furia, dueña absoluta de todo, Celeste Mendoza.Tengo en las pupilas la última imagen suya, viva en la llama que la rescata para siempre, en un video casero de un visitante español que la llevó al barrio chino de La Habana, curiosamente lleno de negros y mulatos que se asomaban a las ventanas y a las puertas, cuando desde el restaurante asiático salía el viento aguardentoso de un cálido guaguancó inexplicable. Celeste desplegaba a Celeste en el celeste imperio, emperatriz ella de todo, bailando y haciendo bailar; gozando y haciendo gozar, como una despedida. Porque fue toda una despedida. Su despedida del escenario ancho que dominó con sus dolores. Celeste Mendoza enseñándonos, mulata china ella misma, nacida en Santiago de Cuba en 1930, que en Cuba están íntimamente mezcladas todas las cosas desde el origen de los tiempos. Por eso el arroz frito y el shop suey bailaban en la vajilla, repiqueteando, el guaguancó último antes del mutis por el foro.Para mí, ella es una de las cinco puntas en las esencias de mi nación. En el final de una estrella que alumbra mi nacionalidad, sale la rumba urbana, la sombra envolvente del solar de la marginación, el inalcanzable corazón de Celeste Mendoza, a quien Yemayá le dio permiso aquí en la tierra, porque su sangre, su alto moño de rumbera suelta, sus historias íntimas prohibidas, obedecían sólo a un “Poder mayor”, y a ese poder consagró hasta el aire que respiraba y estremecía.



Quien escuche su voz –sus voces diversas y dolidas- en el futuro, y no tenga su cuerpo estremecido a mano, ni su sombra iluminada en la profundidad de sus pupilas, sepa que esta mujer nació para estremecer la música de un pueblo, el llamado aparentemente domesticado de los puertos y los solares, y fue su guía y su emblema. Que la imagine libre como un fuego que avanza chisporroteando, suelta como un animal herido, hecha una tromba que va directa al alma, con los sonidos broncos del cuero, que ella hace humanos con su temblor.

Celeste Mendoza es un aullido.Más allá de la aparente sonrisa, del rictus que dibuja para que le abramos las puertas, hay el reclamo grave de su entrega a ese “Poder mayor” del que ha sido y es sacerdotisa. Alegría y pesadumbre de su raza, entreverada en la raza más ancha de la cubanía, esa que salta del júbilo a la pena, y nunca se sabe a ciencia cierta en qué punto nos estamos moviendo. Eso que dibujó en el aire de su última noche, en el ardor de las claves y la queja húmeda de los cueros: ¿Qué es lo que no nace de la tierra, para qué tanto orgullo vano, si a la tierra bajará? Lo más importante de la vida es el tiempo. Y a su tiempo la muerte te quita el poder.
Celeste Mendoza pasó sin temer al olvido. Es la suerte de los naturales, de los grandes, de los que entregan ese diamante encendido que pulen con su transcurrir. Ella no sucedió, sigue pasando. Y el aire de La Habana, un poco huérfano, barre las hojas caídas del cielo, cierra ventanas azules, lleva y trae un canto que la vivifica y nos tiende emboscadas. Sigue diciendo para siempre: El Poder mayor reclama su deuda. Pero paga tu deuda, aquí en la tierra. Es cierto: Yemayá le dio permiso. Es la ley: que todo lo que nace, se tiene que morir. A veces no. Esta vez no.

5 comentarios:

juan miguel dijo...

me encanta celeste mendoza... su "amanerismo" -¿se dice así?-, los arreglos musicales de sus canciones... era una época en que el bolero era muy teatral.
me alegra que la recuerdes desde tu casa.
salud

juan miguel dijo...

ya se que el bolero, que te comentaba antes, no es lo representativo de celeste mendoza... pero he escuchado alguno impresionante.
ella es puro afrocubana!!!!

juan miguel dijo...

... ay... creo que he confundido su nombre con el de Moraida Secada... hoy tengo un día....
pero igualmente me encanta celeste... tengo alguna grabación y es espectacular...

Iraida dijo...

Es Celeste. Fijate que el banner lleva el nombre.

Claro que me gusta en lo afro, pero hay algunos boleros en su voz que me gustan, como Besos Brujos (llevado a bolero) Que me castigue Dios. Si algo teatreales, pero en el caso de ella y otros artistas, lo hacian como bolero son o bolero mambo bueno y ya sabes, los cubanos somos, o la mayoria de nosotros, somos muy dados al ritmo.

Unknown dijo...

Hay una rumba que escuché una vez aca en mi querida Cartagena, en un estadero, la canción dice asi: Hayyyy.. cariños que matan a cualquiera.. y yo no quiero la la la la .... laaaa. Creo que se llama "Y yo no quiero". Espero volverla escuchar.

Un saludo.