Viajando por la Península de Yucatán.

Llegando a México


Elegimos México para nuestras vacaciones. Teníamos ganas de descansar y aprender de la cultura de ese bello país, tan solidario con los argentinos en tiempos duros de nuestra historia. México fue el refugio de centenares de compatriotas que necesitaron asilo político para salvar sus vidas en el pasado. Allí íbamos, una pareja amiga, mi marido, y yo.
El vuelo nos llevó al Distrito Federal. Luego de un par de horas, otro avión nos depositó en Quintana Roo. Inmediatamente los colores y sabores se percibieron en el aire.
Descansar en el mar Caribe es una buena idea. El mar tiene tonos turquesas y azules, con sus arrecifes y su fauna de sueños... Basta con utilizar un snorkel, sumergir el rostro en el agua, y descubrir un mundo mágico de colores y movimientos. De pequeña había leído las "20.000 Leguas de viaje submarino" de Julio Verne, y ahora podía ver lo que de niña había imaginado en la lectura. Todo estaba allí, bajo la piel del agua...
El sol abrazador no podía alcanzarme bajo las palmeras. El paraíso existe en ese lugar.

Los cenotes.

Queríamos visitar los cenotes (del maya ts'ono'ot). Son fenómenos geológicos muy curiosos. Ríos subterráneos que cada tanto ven la luz del día, asoman desde las entrañas de la tierra en forma de grandes piletones y, en el caso del cenote Dos Ojos, el acceso al recorrido se hace desde una caverna con estalactitas y estalacmitas. Nadar en sus aguas es meterse en un oasis de frescura. Cada rincón del recorrido depara sorpresas, hay peces, formaciones rocosas, silencios...
No es de extrañar que para los antiguos pobladores, esos lugares tuvieran carácter sagrado. En algunos se han encontrado restos humanos y objetos: los sacrificios de jóvenes, arrojándolos al cenote, eran parte de un ritual de quienes ofrecían esas vidas a la divinidad, en busca de favores. Algo difícil de entender para la cultura actual, pero que cobra significado en las palabras de los guías conocedores de la cultura del pasado.

Las ciudades Mayas

Deseábamos , entonces, seguir el rastro de esa cultura milenaria que había reinado el territorio. La Riviera Maya tiene tesoros arqueológicos que merecen ser urgados.
Llevaba información que me dieron algunas personas amigas (gracias Guadalupe y Armando), pero como exploradores aficionados, pensamos que lo mejor era dejarse llevar por lo que iba apareciendo en el camino. Una de las cosas que más llamó mi atención, fue la presencia de los pueblos originarios en la fisonomía de la gente. Las huellas del pasado están impresas en las caras, la talla, y el idioma de los mexicanos. Ignoraba que la lengua maya se hablara tan masivamente. Según me han dicho allí, en ciertas poblaciones rurales hay personas que no hablan el español. Insistieron en enseñarme algunas palabras, pero... no tengo tanta memoria y no llevaba papel y lápiz para hacer mis apuntes.

Cobá.

El primer destino arqueológico que visitamos fue Cobá, una antigua ciudadela que permanece en buena parte aún cubierta por la vegetación, a la espera de revelar nuevos secretos a los investigadores. Entre las construcciones derruídas por los siglos se pasean turistas y curiosos. Este lugar está conectado a otras ciudades mayas por caminos que aún existen, sobre los que eran transportadas las mercaderías a pulso: se conocía la rueda, pero cualquier estructura de forma circular tenía carácter sagrado, por lo que no era utilizada para fines domésticos. Imaginé las escenas del pasado, las gentes caminando con pesadas cargas para comerciar, bajo el calor, pisando la blanca piedra caliza que conforma la península de Yucatán.
La pirámide de Cobá está en pie, esperando a quien desee conquistar la cima, desde donde se puede ver la geografía verde del entorno.
En Cobá está escrita la profecía que habla de un cambio en el año 2012. Dicen los lugareños que los indicios del cambio ya son visibles, y que algo importante sucederá. Los escuché con respeto desde mi agnostisismo incurable, refleccionando sobre lo que me decían. Ustedes saben, los agnósticos dudamos de todo, todo el tiempo..., creemos que hay preguntas que jamás hallarán respuestas...

Tulúm.

Otro sitio interesante es Tulúm, vieja ciudad fortificada rodeada por una muralla, y cuyo límite Este es la playa donde llegaban y desde donde partían los productos que se intercambiaban por mar con otros puertos del imperio. Otra vez el color del mar, su contraste con la vegetación y las viejas contrucciones, son un recreo para la vista.

Chichén Itzá.

Faltaba la frutilla del postre: la grandiosa Chichén Itza. Los datos aportados por el guía nos ayudaron a interpretar todos y cada uno de los detalles matemáticos en la construcción de la pirámide: su relación con los ciclos astrales, los 365 días del año representados en sus escalones. Un fenómeno acústico hace que parándose uno a cierta distancia de las escalinatas, el eco de un aplauso nos devuelva el sonido del quetzal. Otra curiosidad: el fenómeno lumínico que hace que en los equinoccios se proyecte la figura de la serpiente emplumada bajando de la pirámide...
Uffff!!! Habría tantos detalles para contar de esta ciudadela! La cancha del juego de pelota (también existe una en Cobá), tiene en este caso dimensiones enormes. Se sabe que se jugaba con una pelota de caucho, y se sabe que luego del juego se producían los sacrificios humanos como tributo a los dioses. Pero escuché dos versiones diferentes: Una de ellas habla del sacrificio de los perdedores; la otra, del sacrificio de los ganadores como ofrenda de los mejores.

Hospitalidad, simpatía, y una anécdota para terminar (y olvidar).

Los mexicanos con muy simpáticos y hospitalarios. El trato "de usted" suena muy respetuoso, pero no pone distancias. Tratan de acercarse al turista hablándole de cosas cotidianas, como el fútbol, en lo que muestran un gran interés.
Esto me sucedió durante mi recorrida en Chichén: El calor había doblado mi voluntad de seguir el recorrido. Era mediodía y estaba sofocada por la temperatura y el sol, y en un momento me ganó la fatiga y decidí quedarme sola a la sombra de un árbol mientras el resto del grupo se alejaba algo. Me senté, y se me acercaron dos hombres jóvenes, ofreciéndome unos recuerdos. No quería comprarles nada, y de todos modos se sentaron a mi lado a charlar. Uno de ellos me miraba con mucha insistencia. Soy una mujer madura, y me llamó la atención su mirada, y entre frase y frase me decía: -¡Qué bonita! ¡qué linda!-
Le agradecí el piropo, pero su insistencia logró ponerme tensa. En el fondo, el ego de las mujeres crece ante la adulación masculina, pero en este caso, cuando mi ego estaba por las nubes, este muchacho moreno remató su elogio de la manera mas cruel, haciendo que se desplomara mi dignidad femenina:
-¡Qué linda! Ustedes las argentinas son bien bonitas, altas y fuertes..., aunque usted ya está grande, ¿no?.

¡Fue lo más triste que me dijeron en mucho tiempo!.

Bromas aparte, sé que no he transitado el país real. El México de la coqueta Playa del Carmen, o de Cancún (fastuoso hasta casi la obcenidad), preparados para el disfrute del turismo mayoritariamente europeo o estadounidense, no es el de los mexicanos que luchan día a día por recuperar la paz. Es un lugar de cuentos, en el que me gustó pasear y al que me entregué gustosa.
Agradezco a la vida la posibilidad de haber estado allí. Muchas otras cosas ganaron mi atención en tierra Maya, pero no quiero cansarlos con mucho detalle. Sólo quería contarles algo de lo vivido hace apenas una semana atrás, en los 15 días que pasé en el paraíso...

Mimí.