jueves, 20 de diciembre de 2012

RUBEN MARTINEZ VILLENA

Rubén Martínez Villena


"Tu vida tendrá luz plena de mediodía" 

Así anunció Máximo Gómez, impresionado con la mirada del niño de tres años.

Rubén Martínez Villena nació el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar – Artemisa (Cuba) y falleció el 16 enero de 1934 en La Habana (Cuba)

Pequeña reseña de su trayectoria

Casa Natal (hoy museo)
En la casa hoy marcada con el No. 68, situada en una calle que más tarde tomó el nombre de Máximo Gómez nació Rubén Agnelio Martínez Villena.
De su madre, María de los Dolores de Villena y Delmonte (sobrina-nieta del fundador de las famosas Tertulias) heredó los rasgos, la bondad, el refinamiento de los gustos y la atracción por la Literatura. Del padre, Luciano Martínez Echemendía, maestro de la escuela “Hoyos y Junco”, recibió la rebeldía del carácter, el concepto del honor, aquella energía suya emprendedora, la voluntad y el anteponer el deber ante todo. De él heredó también la aptitud intelectual.

La familia se trasladó a La Habana en 1905. Creció en el seno de una familia de origen pequeño – burgués, la cual retorna del exilio que motivó la última guerra por la independencia (1895-1898), fue el primer hijo varón de un matrimonio encabezado por un destacado profesor que llegó a ser posteriormente Decano de las Facultades de Educación, Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana y Secretario de Educación en 1935, por lo que se desenvolvió desde niño en un clima donde se respiraban aires de intelectualidad y donde se escuchaban las anécdotas de glorias pasadas, epopeyas patrióticas y las críticas frustrantes por la intervención norteamericana en la casi ganada guerra contra España.

En 1916 se gradúa de Bachiller en Ciencias y Letras y en septiembre del mismo año matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Por aquellos días, publicó su primer artículo en prosa, "Luis Padró". A partir de 1920, las revistas habaneras comenzaron a publicar sus poemas.

A los 21 años es un poeta conocido. Para complacer a su madre se gradúa en 1922 de Doctor en Derecho Civil y Público con excelentes resultados, comenzando a trabajar en el Bufete del sabio y antropólogo cubano Fernando Ortiz, donde se nutrió de ideas revolucionarias y de progreso, descubriéndose como revolucionario y antiimperialista, en contacto con otros jóvenes y personalidades no comprometidos con los partidos políticos tradicionales como Pablo de la Torriente Brau y Emilio Roig de Leuschering.

En 1923 lideró el grupo que suscribió la Protesta de los Trece, ocasionada por la fraudulenta gestión administrativa del presidente Alfredo Zayas al vender el Convento de Santa Clara de Asís.

Consciente de la necesidad de establecer vínculos entre el movimiento obrero y el estudiantado, grupos más radicales de la sociedad cubana, participa en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes invitado por Julio Antonio Mella. Sus estudios de abogacía serían puestos a disposición de J. A. Mella, cumpliendo función de abogado defensor en más de una ocasión.

En junio de 1927 ingresa en la Quinta de Dependientes con el mal que lo llevaría a la muerte, tuberculosis pulmonar, y en septiembre ingresa al primer Partido Comunista de Cuba (creado en 1925), convirtiéndose en uno de los líderes fundamentales de la agrupación.

El general Machado, que en 1925 asumió la presidencia de la república neocolonial, tuvo como permanente adversario a Villena, que dirigió la huelga general y asesoró legalmente la Federación Obrera de La Habana y la Comisión Nacional Obrera, luego de esto Machado ilegalizó el Partido Comunista y la Federación Universitaria, expulsó a Mella de la Universidad y lo encarceló sin pruebas acusándolo de terrorista.

Ante esta arbitrariedad, Mella se declaró en huelga de hambre. Pero Machado no le levantó los cargos y declaró públicamente: “Si no quiere comer, que se joda”
Para interceder por él fueron ante el mismo Machado Muñiz Vergara y Rubén Villena, en casa de un ministro del Gobierno, el poeta le espetó:
 “¡Usted llama a Mella comunista como un insulto y usted no sabe lo que es ser comunista! ¡Usted no debe hablar de lo que no sabe!”.
Machado le contestó: 
“Tiene usted razón, joven… Yo no sé lo es comunismo, ni anarquismo, ni socialismo…Pero a mi no me ponen rabo, ni los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos,… ni Mella. ¡Y lo mato, lo mato!...”
De inmediato Rubén le expresó a Muñiz Vergara: “¡Yo no lo había visto nunca; no lo conocía, sólo había oído decir que era un bruto, un salvaje! ¡Y ahora veo que es verdad todo lo que se dice! ¡Pobre América Latina, pobre América Española, capitán, que está sometida a estos bárbaros! …” .
Minutos después, en el bufete de Ortiz, les dice a él y a Pablo de la Torriente Brau: 
“Es un salvaje, un animal, una bestia…, un asno con garras” con ese mote trascendió Machado a la posteridad.
El 1º de agosto de 1928 contrae enlace matrimonial con Asela Jimenez, a quien había conocido en 1924, y el 23 de junio de 1932 nacerá su hija Rusela Villena.

Tras la muerte de Julio Antonio Mella, en 1929, por acuerdo del Comité Central se convirtió en el principal y más activo dirigente del Partido, desarrollando una ardua labor a pesar de estar afectado de forma aguda por la tuberculosis.
Le corresponde organizar y dirigir la primera huelga política de la Historia de Cuba que paralizó el país por más de 24 horas el 20 de marzo de 1930.

Posteriormente Viaja a la URSS como forma de escapar del terror que sobre él se desata y con el objetivo de tratar de curarse de la tuberculosis. En Moscú sostiene un constante intercambio con los teóricos del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y del marxismo – leninismo, desarrollando, en su fuero interno, un proceso de negación dialéctica de las concepciones marxistas y de la teoría de lucha del proletariado para adaptarlas a las condiciones de la Cuba de la década de 1930.

En una carta a su mujer, desde la URSS, le comenta en 1930, cuando hasta escribir le agotaba:
“mi último dolor no es el de dejar la vida, sino dejarla de modo tan inútil para la Revolución y el Partido, tengo el consuelo de haberte ayudado a dar un contenido tan grande a la vida, que él mismo te resguardará del dolor de mi pérdida.¡Hay que estudiar, hay que combatir alegremente por la Revolución, pase lo que pase, caiga quien caiga! ¡No lágrimas! ¡A la lucha!"
A todas sus angustias se sumó, durante 1932, el embarazo de su Asela y el nacimiento de su hija. Le reiteraba de mil formas el dolor que experimentaba por no poder estar a su lado en esa etapa: por la difícil situación económica que ella pasaba en la Isla; la incertidumbre que le proporcionaba el no tener noticias de cómo transcurrió el alumbramiento, y la aflicción por la posibilidad de que, según le escribiera el 30 de julio de 1932, pocos días después del nacimiento de su Rusela:
“acaso nunca llegue a conocer a esa pequeñina ruso – cubana, a pesar de todo lo que representa un hijo en dificultades y preocupaciones... ¡me alegro tanto que tengas un bebé!”
 Al agravarse su enfermedad regresa al sanatorio del Cáucaso y allí recibe la noticia de lo irreversible de la misma y decide regresar a Cuba para conocer a su hija, acompañar a su esposa, y entregar sus últimos alientos vitales al esfuerzo popular para derrocar a Machado.

A pesar de su enfermedad organizó y dirigió la Huelga General que derrocó a Machado el 12 de agosto de 1933. Participa en el recibimiento de las cenizas de Mella en el año 1933. En diciembre, asiste a su última reunión antes de ser recluido en el Sanatorio La Esperanza.

Sepelio de Villena en el Cementerio Colón
Tenía 34 años de edad cuando la noche del 16 de enero de 1934, en un sanatorio de las afueras de La Habana.

Su muerte coincidió con la culminación del IV Congreso de Unidad Sindical y a su entierro asistieron todos los delegados con sus credenciales y los estandartes de los sindicatos, seguidos por más de 20 mil trabajadores.



Obra Poética

Tuvo una breve pero fecunda vida como poeta, su obra oscila entre las manifestaciones de la prosa y la poesía. Legó poemas muy reconocidos como “La Pupila Insomne”, “Mensaje Lírico Civil”, "El gigante", "Insuficiencia de la escala y el iris", “El anhelo inútil”, entre otros. El año 1923 marcó importantes hitos en su obra poética, sin embargo renunció a escribir poesía para entregarse completamente a la lucha revolucionaria.

En abril de 1925  gana el premio de poesía en los Juegos Florales de Holguín con La Medalla del Soneto Clásico.

En su conocida recopilación de la poesía republicana Cincuenta años de poesía cubana (1902 – 1952), Cintio Vitier dice que:
"como poeta, Rubén Martínez Villena fue sin duda uno de los temperamentos más penetrantes de este período", y señala, entre sus características, "la ironía sentimental", un "lánguido y morboso pesimismo", cierta "agudeza lírica y metafísica" y "la inflexión y el fuego, de los Versos libres de José Martí" en algunos de sus poemas.
Anhelo Inútil 
¡Oh mi ensueño, mi ensueño,
vanamente me exaltas!;
¡Oh mi inútil empeño
por subir donde subes!
Estas alas tan cortas
y esas nubes tan altas,
y estas alas queriendo
conquistar esas nubes
Rubén Martínez Villena  

Motivos
Gracias por el sufrimiento nuevo que me diste
gracias por el ensueño que bordé sobre ti;
gracias por el encanto de lo bello y lo triste,
gracias por aquel beso tuyo que me perdí.

Alma de cazadora, tu aventurera furia
entró de cacería a mi selva interior;
domaste la pantera negra de mi lujuria
cobraste la paloma blanca de mi dolor.

Y hoy eres un motivo de mi lírica escasa
que me habla de aquel día de sol en el ayer...
Tu recuerdo es como una libélula que pasa
desorientadamente bajo mi atardecer.

Esta es una invitación a sumergirnos en la poesía de Rubén Martínez Villena, que como dice Cintio Vitier es uno de los temperamentos más penetrantes del período de la poesía republicana.

ref. www.ecured.cu
      www.lahabanaelegante.com
      www.lapupilainsomne.wordpress.com


miércoles, 28 de noviembre de 2012

JOSÉ MARTÍ: "Con todos, y para el bien de todos".


Cubanos: 

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean; ni al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero, daré gracias por la hospitalidad magnífica de sus palabras, y el fuego de su cariño generoso; sino que todas las gracias de mi alma les daré, y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar, por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se aprueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan, y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland, que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo; por este templo orlado de héroes y alzado sobre corazones. Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma en mi corazón.

No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede adjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera. Ni el que viene se afeará jamás con la lisonja, ni es este noble pueblo que lo recibe pueblo de gente servil y llevadiza. Se me hincha el pecho de orgullo, y amo aún más a mi patria desde ahora, y creo aún más desde ahora en su porvenir ordenado y sereno, en el porvenir, redimido del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio; creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, -y a un cubano que se las respeta.

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados. Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de la ambición. O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas, o el Paraguay, lúgubre de Francia! ¡Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas de la guerra o las de la palabra que rebajarles el carácter! Este es mi único título a estos cariños, que han venido a tiempo a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanmelas los mismos a quienes anhelase yo levantar más, y ¡no miento! amaré la mordida, porque me viene de la furia de mi propia tierra, y porque por ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano! ¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!

¡De todos los cubanos! Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra, ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se le pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza! Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen! ¡Cómo que unos brazos divinos que no vemos nos aprietan a todos sobre un pecho en que todavía corre la sangre y se oye todavía, sollozar el corazón! Créese allá en nuestra patria, para darnos luego trabajo de piedad, créese, donde el dueño corrompido pudre cuanto mira, un alma cubana nueva, erizada y hostil, un alma hosca, distinta de aquella alma casera y magnánima de nuestros padres e hija natural de la miseria, que ve triunfar al vicio impune, y de la cultura inútil, que sólo halla empleo en la contemplación sorda de sí misma! ¡Acá, donde vigilamos por los ausentes, donde reponemos la casa que allá se nos cae encima, donde creamos lo que ha de reemplazar a lo que allí se nos destruye, acá no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano!

¡Porque eso es esta ciudad, eso es la emigración cubana entera, eso es lo que venimos haciendo en estos años de trabajo sin ahorro, de familia sin gusto, de vida sin sabor, de muerte disimulada! ¡A la patria que allí se cae a pedazos y se ha quedado ciega de la podre, hay que llevar la patria piadosa y previsora que aquí se levanta! ¡A lo que queda de patria allí, mordido de todas partes por la gangrena que empieza a roer el corazón, hay que juntar la patria amiga donde hemos ido, acá en la soledad, acomodando el alma, con las manos firmes que pide el buen cariño, a las realidades todas, de afuera y de adentro, tan bien veladas allí en unos por la desesperación y en otros por el goce babilónico, que con ser grandes certezas y grandes esperanzas y grandes peligros, son, aun para los expertos, poco menos que desconocidas! ¿Pues qué saben allá de esta noche gloriosa de resurrección, de la fe determinada y metódica de nuestros espíritus, del acercamiento continuo y creciente de los cubanos de afuera, que los errores de los diez años y las veleidades naturales de Cuba, y otras causas maléficas no han logrado por fin dividir, sino allegar tan íntima y cariñosamente que no se ve sino un águila que sube, y un sol que va naciendo, y un ejército que avanza? ¿Qué saben allá de estos tratos sutiles, que nadie prepara ni puede detener, entre el país desesperado y los emigrados que esperan? ¿Qué saben de este carácter nuestro fortalecido, de tierra en tierra, por la prueba cruenta y el ejercicio diario? ¿Qué saben del pueblo liberal, y fiero, y trabajador, que vamos a llevarles? ¿Qué sabe el que agoniza en la noche, del que le espera con los brazos abiertos en la aurora? Cargar barcos puede cualquier cargador; y poner mecha al cañón cualquier artillero puede; pero no ha sido esa tarea menor, y de mero resultado y oportunidad, la tarea única de nuestro deber, sino la de evitar las consecuencias dañinas, y acelerar las felices, de la guerra próxima, e inevitable, e irla limpiando, como cabe en lo humano, del desamor y del descuido y de los celos que la pudiesen poner donde sin necesidad ni excusa nos pusieron la anterior, y disciplinar nuestras almas libres en el conocimiento y orden de los elementos reales de nuestro país, y en el trabajo que es el aire y el sol de la libertad, para que quepan en ella sin peligro, junto a las fuerzas creadoras de una situación nueva, aquellos residuos inevitables de las crisis revueltas que son necesarias para constituirlas. Y las manos nos dolerán más de una vez en la faena sublime, pero los muertos están mandando, y aconsejando, y vigilando, y los vivos los oyen, y los obedecen, y se oye en el viento ruido de ayudantes que pasan llevando órdenes, y de pabellones que se desplegan! ¡Unámonos, cubanos, en esta otra fe: con todos, y para todos: la guerra inevitable, de modo que la respete y la desee y la ayude la patria, y no nos la mate, en flor, por local o por personal o por incompleta, el enemigo: la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas.

Ni los bravos de la guerra que me oyen tienen paces con estos análisis menudos de las cosas públicas, porque al entusiasta le parece crimen la tardanza misma de la sensatez en poner por obra el entusiasmo; ni nuestra mujer, que aquí oye atenta, sueña más que en volver a pisar la tierra propia, donde no ha de vivir su compañero, agrio como aquí vive y taciturno: ni el niño, hermano o hijo de mártires y de héroes, nutrido en sus leyendas, piensa en más que en lo hermoso de morir a caballo, peleando por el país, al pie de una palma!

¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas! Eso es lo que queríamos decir. A la guerra del arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad, que vendría floja y sin probabilidad de vencer, si no le diese su pujanza aquel amor inteligente y fuerte del derecho por donde las almas más ansiosas de él recogen de la sepultura el pabellón que dejaron caer, cansados del primer esfuerzo, los menos necesitados de justicia. Su derecho de hombres es lo que buscan los cubanos en su independencia; y la independencia se ha de buscar con alma entera de hombre. ¡Que Cuba, desolada, vuelve a nosotros los ojos! ¡Que los niños ensayan en los troncos de los. caminos la fuerza de sus brazos nuevos! ¡Que las guerras estallan, cuando hay causas para ella, de la impaciencia de un valiente o de un grano de maíz! ¡Que el alma cubana se está poniendo en fila, y se ven ya, como al alba, las masas confusas! ¡Que el enemigo, menos sorprendido hoy, menos interesado, no tiene en la tierra los caudales que hubo de defender la vez pasada, ni hemos de entretenemos tanto como entonces en dimes y diretes de localidad, ni en competencias de mando, ni en envidias de pueblo, ni en esperanzas locas! ¡Que afuera tenemos el amor en el corazón, los ojos en la costa, la mano en la América, y el alma al cinto! ¿Pues quién no lee en el aire todo eso con letras de luz? Y con letras de luz se ha de leer que no buscamos, en este nuevo sacrificio, meras formas, ni la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yankee, sino la esencia y realidad de un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías,-ni de parte de otros aquel robo al hombre que consiste en pretender imperar en nombre de la libertad por violencias en que se prescinde del derecho de los demás a las garantías y los métodos de ella. Por supuesto, que se nos echarán atrás los petimetres de la política, que olvidan como es necesario contar con lo que no se puede suprimir,-y que se pondrá a refunfuñar el patriotismo de polvos de arroz, so pretexto de que los pueblos. en el sudor de la creación, no dan siempre olor de clavellina. ¿Y qué le hemos de hacer? ¡Sin los gusanos que fabrican la tierra no podrían hacerse palacios suntuosos! En la verdad hay que entrar con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero. Todo lo verdadero es santo, aunque no huela a clavellina. Todo tiene la entraña fea y sangrienta: es fango en las artesas el oro en que el artista talla luego sus joyas maravillosas; de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor; nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal, y del alarido y el desgarramiento sublime: y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos a los ojos humanos sino manchas! ¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos!

Ni vería yo esa bandera con cariño, hecho como estoy a saber que lo más santo se toma como instrumento del interés por los triunfadores audaces de este mundo, si no creyera que en sus pliegues ha de venir la libertad entera, cuando el reconocimiento cordial del decoro de cada cubano, y de los modos equitativos de ajustar los conflictos de sus intereses, quite razón a aquellos consejeros de métodos confusos que sólo tienen de terribles lo que tiene de terca la pasión que se niega a reconocer cuánto hay en sus demandas de equitativo y justiciero. ¡Clávese la lengua del adulador popular, y cuelgue al viento como banderola de ignominia, donde sea castigo de los que adelantan sus ambiciones azuzando en vano la pena de los que padecen, u ocultándoles verdades esenciales de su problema, o levantándoles la ira:-y al lado de la lengua de los aduladores, clávese la de los que se niegan a la justicia!

¡La lengua del adulador se clave donde todos la vean,- y la de los que toman por pretexto las exageraciones a que tiene derecho la ignorancia, y que no puede acusar quien no ponga todos los medios de hacer cesar la ignorancia, para negarse a acatar lo que hay de dolor de hombre y de agonía sagrada en las exageraciones que es más cómodo excomulgar, de toga y birrete, que estudiar, lloroso el corazón, con el dolor humano hasta los codos! En el presidio de la vida es necesario poner, para que aprendan justicia, a los jueces de la vida. El que juzgue de todo, que lo conozca todo. No juzgue de prisa el de arriba, ni por un lado: no juzgue el de abajo por un lado ni de prisa. No censure el celoso el bienestar que envidia en secreto. No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come; de su sufrida compañera, coronada de corona que el injusto no ve; de los hijos que no tienen lo que tienen los hijos de los otros por el mundo! ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!

Muy mal conoce nuestra patria, la conoce muy mal, quien no sepa que hay en ella, como alma de lo presente y garantía de lo futuro, una enérgica suma de aquella libertad original que cría el hombre en sí, del jugo de la tierra y de las penas que ve, y de su idea propia y de su naturaleza altiva. Con esta libertad real y pujante, que sólo puede pecar por la falta de la cultura que es fácil poner en ella, han de contar más los políticos de carne y hueso que con esa libertad de aficionados que aprenden en los catecismos de Francia o de Inglaterra, los políticos de papel. Hombres somos, y no vamos a querer gobiernos de tijeras y de figurines, sino trabajo de nuestras cabezas, sacado del molde de nuestro país. Muy mal conoce a nuestro pueblo quien no observe en él como a la par de este ímpetu nativo que lo levanta para la guerra y no lo dejará dormir en la paz, se ha criado con la experiencia y el estudio, y cierta ciencia clara que da nuestra tierra hermosa, un cúmulo de fuerzas de orden, humanas y cultas,-una falange de inteligencias plenas, fecundadas por el amor al hombre, sin el cual la inteligencia no es más que azote y crimen,-una concordia tan íntima, venida del dolor común, entre los cubanos de derecho natural, sin historia y sin libros, y los cubanos que han puesto en el estudio la pasión que no podían poner en la elaboración de la patria nueva,-una hermandad tan ferviente entre los esclavos ínfimos de la vida y los esclavos de una tiranía aniquiladora,-que por este amor unánime y abrasante de justicia de los de un oficio y los de otro; por este ardor de humanidad igualmente sincero en los que llevan el cuello alto, porque tienen alta la nuca natural, y los que los llevan bajo, porque la moda manda lucir el cuello hermoso; por esta patria vehemente en que se reúnen con iguales sueños, y con igual honradez, aquellos a quienes pudiese divorciar el diverso estado de cultura-sujetará nuestra Cuba, libre en la armonía de la equidad, la mano de la colonia que no dejará a su hora de venírsenos encima, disfrazada con el guante de la república. ¡Y cuidado, cubanos, que hay guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural! A todo el que venga a pedir poder, cubanos, hay que decirle a la luz, donde se vea la mano bien: ¿mano o guante?-Pero no hay que temer en verdad, ni hay que regañar. Eso mismo que hemos de combatir, eso mismo nos es necesario. Tan necesario es a los pueblos lo que sujeta como lo que empuja: tan necesario es en la casa de familia el padre, siempre activo, como la madre, siempre temerosa. Hay política hombre y política mujer. ¿Locomotora con caldera que la haga andar, y sin freno que la detenga a tiempo? Es preciso, en cosas de pueblos, llevar el freno en una mano, y la caldera en la otra. Y por ahí padecen los pueblos: por el exceso de freno, y por el exceso de caldera.

¿A qué es, pues, a lo que habremos de temer? ¿Al decaimiento de nuestro entusiasmo, a lo ilusorio de nuestra fe, al poco número de los infatigables, al desorden de nuestras esperanzas? Pues miro yo a esta sala, y siento firme y estable la tierra bajo mis pies, y digo: "Mienten." Y miro a mi corazón, que no es más que un corazón cubano, y digo:- `Mienten."

¿Tendremos miedo a los hábitos de autoridad contraídos en la guerra, y en cierto modo ungidos por el desdén diario de la muerte? Pues no conozco yo lo que tiene de brava el alma cubana, y de sagaz y experimentado el juicio de Cuba, y lo que habrían de contar las autoridades viejas con las autoridades vírgenes, y aquel admirable concierto de pensamiento republicano y la acción heroica que honra, sin excepciones apenas, a los cubanos que cargaron armas; o, como que conozco todo eso, al que diga que de nuestros veteranos hay que esperar ese amor criminal de sí, ese postergamiento de la patria a su interés, esa traición inicua a su país, le digo: -"!Mienten!"

¿O nos ha de echar atrás el miedo a las tribulaciones de la guerra, azuzado por gente impura que está a paga del gobierno español, el miedo a andar descalzo, que es un modo de andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya no tienen en Cuba zapatos sino los cómplices y los ladrones? ¡Pues como yo sé que el mismo que escribe un libro para atizar el miedo a la guerra, dijo en versos, muy buenos por cierto, que la jutía basta a todas las necesidades del campo en Cuba, y sé que Cuba está otra vez llena de jutías, me vuelvo a los que nos quieren asustar con el sacrificio mismo que apetecemos, y les digo:-"Mienten".

¿Al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad le tendremos miedo, en el país donde la sangre que derramó por ella se la ha hecho amar demasiado para amenazarla? ¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los cubanos que murieron por el ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo maltratan? Pues yo se de manos de negro que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco: yo sé del amor negro a la libertad sensata, que sólo en la intensidad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la libertad del cubano blanco: yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble, y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias. Otros le teman: yo lo amo: a quien diga mal de él, me lo desconozca, le digo a boca llena:-"Mienten".

¿Al español en Cuba habremos de temer? ¿Al español armado, que no nos pudo vencer por su valor, sino por nuestras envidias, nada más que por nuestras envidias? ¿Al español que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal y se irá con su caudal, que es su única patria; o al que lo tiene en Cuba, por apego a la tierra o por la raíz de los hijos, y por miedo al castigo opondrá poca resistencia, y por sus hijos? ¿Al español llano, que ama la libertad como la amamos nosotros, y busca con nosotros una patria en la justicia, superior al apego a una patria incapaz e injusta, al español que padece, junto a su mujer cubana, del desamparo irremediable y el mísero porvenir de los hijos que le nacieron con el estigma de hambre y persecución, con el decreto de destierro en su propio país, con la sentencia de muerte en vida con que vienen al mundo los cubanos? ¿Temer al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba el sueño febril, al catalán que juraba y votaba porque no quería el criollo huir con sus vestidos, al malagueño que saca en sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera, al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana? ¡Por la libertad del hombre se pelea en Cuba, y hay muchos españoles que aman la libertad! ¡A estos españoles los atacarán otros: yo los ampararé toda mi vida! A los que no saben que esos españoles son otros tantos cubanos, les decimos: "¡Mienten!"

¿Y temeremos a la nieve extranjera? Los que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el corazón de los demás por su corazón espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de ajedrez, o están tan criados en la esclavitud que necesitan quien les sujete el estribo para salir de ella, esos buscarán en un pueblo de componentes extraños y hostiles la república que sólo asegura el bienestar cuando se le administra en acuerdo con el carácter propio, y de modo que se acendre y realce. A quien crea que falta a los cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos: "Mienten".

Y a los lindoros que desdeñan hoy esta revolución santa cuyos guías y mártires primeros fueron hombres nacidos en el mármol y seda de la fortuna, esta santa revolución que en el espacio más breve hermanó, por la virtud redentora de las guerras justas, al primogénito heroico y al campesino sin heredad, al dueño de hombres y a su esclavos; a los olimpos de pisapapel, que bajan de la trípode calumniosa para preguntar aterrados, y ya con ánimos de sumisión, si ha puesto el pie en tierra este peleador o el otro, a fin de poner en paz el alma con quien puede mañana distribuir el poder; a los alzacolas que fomentan a sabiendas, el engaño de los que creen este magnífico movimiento de almas, esta idea encendida de la redención decorosa, este deseo triste y firme de la guerra inevitable, no es más que el tesón de un rezagado indómito, o la correría de un general sin empleo, o la algazara de los que no gozan de una riqueza que sólo se puede mantener por la complicidad con el deshonor, o la amenaza de una turba obrera, con odio por corazón y papeluchos por sesos, que irá, como del cabestro, por donde la quiera llevar el primer ambicioso que la adule, o el primer déspota encubierto que le pase por los ojos la bandera,-a lindoros, o a olimpos, y a alzacolas, -les diremos: -"Mienten." ¡Esta es la turba obrera, el arca de nuestra alianza, el tahalí, bordado de mano de mujer, donde se ha guardado la espada de Cuba, el arenal redentor donde se edifica, y se perdona, y se prevee, y se ama!

¡Basta, basta de meras palabras! Para lisonjearnos no estamos aquí, sino para palparnos los corazones, y ver que viven sanos, y que pueden; para irnos enseñando a los desesperanzados, a los desbandados, a los melancólicos, en nuestra fuerza de idea y de acción, en la virtud probada que asegura la dicha por venir, en nuestro tamaño real, que no es de presuntuoso, ni de teorizante, ni de salmodista, ni de melómano, ni de caza nubes, ni de pordiosero. Ya somos unos, y podemos ir al fin: conocemos el mal, y veremos de no recaer; a puro amor y paciencia hemos congregado lo que quedó disperso, y convertido en orden entusiasta lo que era, después de la catástrofe, desconcierto receloso; hemos procurado la buena fe, y creemos haber logrado, suprimir o reprimir los vicios que causaron nuestra derrota, y allegar con modos sinceros y para fin durable, los elementos conocidos o esbozados, con cuya unión se puede llevar la guerra inminente al triunfo. ¡Ahora, a formar filas! ¡Con esperar, allá en lo hondo del alma, no se fundan pueblos! Delante de mí vuelvo a ver los pabellones, dando órdenes; y me parece que el mar que de allá viene, cargado de esperanza y de dolor, rompe la valla de la tierra ajena en que vivimos, y revienta contra esas puertas sus olas alborotadas... ¡Allá está, sofocada en los brazos que nos la estrujan y corrompen! ¡Allá está, herida en la frente, herida en el corazón, presidiendo, atada a la silla de tortura, el banquete donde las bocamangas de galón de oro ponen el vino del veneno en los labios de los hijos que se han olvidado de sus padres! ¡Y el padre murió cara a cara al alférez, y el hijo va, de brazos con el alférez, a podrirse a la orgía! ¡Basta de meras palabras! De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos".
                                                
                                         


Este discurso fue dado por José Martí en el Liceo Cubano en Tampa el 26 de noviembre de 1891. El señor Francisco María Gonzáles lo tomó taquigráficamente y después fue reproducido bajo el nombre de “Con todos y para el bien de todos” y distribuido en hojas sueltas.

El dibujo de la entrada, es un autorretrato de Martí.

sábado, 17 de noviembre de 2012

ROBERTO FAZ

"El mejor sonero blanco que dió Cuba" - (Tito Gómez)

Nació el 18 de septiembre de 1914 en el ultramarino pueblo de Regla, en la calle Calixto García 62 entre Céspedes y Agramonte.

Está inscrito entre los grandes cantantes soneros y boleristas de Cuba, y se le conoce como la voz del pueblo ultramarino de Regla, su querido rincón habanero.

Su origen fue muy humilde y desempeñó diversas labores, entre ellas las de conductor de ómnibus y cantinero. a la vez que descargaba, guitarra en mano, por los bares de su pueblo; eran los días gloriosos de la explosión del son en la capital. Aunque también en la zona de Regla y Guanabacoa había un ambiente folclórico de toques y cantos de bembé de las potencias ñáñigas; unido a las rumbas y congas de comparsas que eran un plato fuerte en esta zona.


"bajito, ojos color castaño, cabeza grande –le llamaban cariñosamente el cabezón-, mucho pelo, castaño claro y a menudo con bigote. No era grueso, ni delgado, aunque por su estatura daba la impresión de ser más bien envuelto. Tez blanca y sonrisa fácil. Le faltaba un dedo en la mano izquierda. Donde quiera que se presentara había lleno total, pues era muy querido por su pueblo". Doctor Carlos González.

Vida Artística

Para ponerse a la moda de la época se integró en 1927 a un septeto infantil llamado Champán Sport, de Carlos Toledo, con el trompetista Félix Chapotín. "Yo le fui enseñando a Robertico –contaba Chapotín- los trucos de la música y el padre me servía un buen almuerzo todos los domingos". Después el Tropical y el de Ricardo Cabana, que organizaba su propio padre, un famoso cartero del pueblo.

"Mi padre Pascual era como un representante mío –me dijo el sonero en una ocasión-, él metía cabeza donde quiera para que yo fuera cantante a toda costa y lo logró. Pero te digo que también aprendí a tocar todos los instrumentos de la percusión, esa era una de las distracciones de los jóvenes en aquellos tiempos".
Ya en 1930 Robertico fue reclamado en diversos septetos como el Ultramar, que también estaba en manos de su padre y ya en 1932 se profesionalizó como cantante en un cabaret llamado Hit. Con ese entrenamiento llegó a cantar en la orquesta Habana, en 1938; en la Cosmopolita, y Los Hermanos Palau, en el aristocrático cabaret Sans Souccí, lo más grande del show en aquellos tiempos.
En 1939 –cuando se creó Tropicana- llegó a ser artista exclusivo de la CMQ de Prado y Monte.

En 1944 llegó para Roberto Faz la gran oportunidad de su vida: el conjunto Casino de Roberto Espí. Con el Casino viajó a Estados Unidos y América Latina. En 1948 grabaron para la RCA Víctor; dominaron la radio y la televisión. Se mantuvieron un tiempo en la marquesina del Hotel Saratoga y en Radio Cadena Habana, la emisora musical de Cuba.
Todo eso fue hasta el fin de año de 1955, en que el Casino tuvo cambios en su elenco. Roberto Faz organizó entonces su propio conjunto, con el cual debutó el 4 de febrero de 1956, mientras que en 1958 realizaron una gira por Centro y Sudamérica con un soberano éxito.

En la última etapa del conjunto de Roberto Faz se puso de moda en 1966 el dengue con su tiqui tiqui y la llanta de automóvil y el conjunto tomó un nuevo aire: Dengue de la caña, Dengue del pollo, y Dengue en Fa que arrasó en los carnavales habaneros. También asumieron los ligaditos de boleros con el coro de los trompetistas.


El Dengue del Pollo

El siguiente es especial para Lien, ¿que pasó con Heidi? El dengue del puerquito

El 26 de abril de 1966, en pleno auge del mozambique y el dengue falleció Roberto Faz. Tres años atrás había desaparecido Benny Moré.
"con su peculiar voz, una de las figuras más completas y aglutinantes que ha conocido nuestra música popular" Helio Orovio
 "amigo intachable y uno de los mejores soneros". Abelardo Barroso
 "Hombre, amigo, compañero, como sonero, extraordinario. Fue el primer blanco en cantar sones".- Miguelito Cuní
 "Uno de los grandes valores, su nombre esta al lado de Benny Moré y otras grandes figuras". - Roberto Espí
Esta noche yo bailo con ella 



Referencia www.ecured.cu

domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS ZAFIROS.

Los zafiros fue un grupo de armonía vocal cubano creado en 1961 en el barrio habanero de Cayo Hueso. Inspirado por grupos estadounidenses como Los Plateros, formaron parte de lo que se conoció en Cuba como el movimiento de filin  (feeling) y su música se constituyó a partir de una fusión de ritmos cubanos como el bolero, doo-wop, baladas, calypso, Bossa Nova y rock.
 La posguerra despertó una crisis de desconfianza en la palabra. La voz se convirtió en argumento de libertad.
La historia del grupo se remonta a la llamada Era del Swing, cuando varios conjuntos de voces se hicieron famosos acompañando orquestas del tipo big band. Luego vino un período con un criterio más melodioso, en el que Los Plateros son la muestra más representativa. Con este antecedente se produce un inevitable sincretismo que tiene en América del Sur al grupo Los cinco Latinos -con Estela Raval-, y en el centro del Caribe a Los Zafiros.



Leoncio Morua "Kike" y Miguel Cancio "Miguelito" formaron Los Zafiros, y durante una serie de audiciones, Miguel y Kike encontraron a su otro miembro, Ignacio Elejalde, trabajando en La Habana en una barbería. Su voz de tenor-soprano que desplegaba con apasionamiento trabajaba en los más altos e imaginables registros. El cuarto cantante que se unió fue el alto y buen mozo Eduardo Elio Hernández "El Chino" , que con su melodiosa voz y aire seductor se convertiría al igual que Kike en los roba corazones del grupo.
 Néstor Milí Bustillo fue su primer director musical y guitarra. Más tarde, Manuel Galbán ocuparía su lugar.

 En 1962, de la mano de Néstor Milí, se produce el debut del grupo en la televisión cubana en el programa "Música y estrellas", que puede ser considerado un acontecimiento histórico.
Lograron fusionar diferentes ritmos cubanos y extranjeros, e incorporaron un novedoso concepto melódico y armónico a sus obras, cuestión que creó un fenómeno musical sin precedentes en la isla. En agosto de 1965 les llega su más grande éxito con la oportunidad de recorrer parte e Europa con el Music Hall cubano, junto a otros grandes artistas de Cuba. Se presentan en el Olimpia de París, Checoslovaquia, Polonia, la entonces República Democrática Alemana y la URSS, en una gira de cuatro meses.

 Con el fallecimiento de varios de sus integrantes, el conjunto que ya había alcanzado fama, termina desintegrándose como cuarteto en 1970.


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 Los Nuevos Zafiros:  En 1987, Eduardo Elio Hernández (El Chino), reestructura -con la ayuda del musicalizador Mariano Suárez del Villar- el grupo vocal, con cuatro nuevas voces, una guitarra y él como figura estrella. Tras hacer una convocatoria de voces son aceptados Jorge Echevarría, Enrique Calderín Rivero, Alberto Caballero y el guitarrista Amado Martínez. Contaron con la orientación de Manuel Galbán resultando acogidos por el público con mucha expectativa y entusiasmo siendo llamados desde el primer momento como Los Nuevos Zafiros. Debutaron en junio de 1987 en la emisora Radio Progreso, junto a la orquesta Aragón.
 Tres años se mantuvo El Chino en el grupo, poco después fallece.
Los Nuevos Zafiros reaparecen en 1991.
Su actual director Jorge Echevarría dice:
"Nosotros hacemos un homenaje a los grandes Zafiros. Respetamos mucho la leyenda de un grupo vocal que llenó un capítulo en la década del sesenta, que siguen gustando y no han podido superar Ahí vemos cómo han surgido otras versiones como Los Zafiritos y Locura Azul."



 Es cierto que Los Zafiros nunca fueron un acontecimiento mundial, aunque reprodujeron un sentimiento que la humanidad incubó por más de una década. Pero no sólo dejaron un delicioso testimonio de su época sino que hicieron converger como pocos, en un mismo acontecimiento cultural, la pluralidad de gustos generacionales y musicales de los cubanos.

jueves, 25 de octubre de 2012

Alfonsina Storni, mujer y poeta.

"Un día habré dormido con un sueño tan largo que ni tus besos puedan avivar el letargo. Un día estaré sola, como está la montaña entre el largo desierto y la mar que la baña." 
  

 

Alfonsina Storni, (29 de mayo 1892 - 25 de octubre 1938)

A finales del siglo XIX el matrimonio formado por Alfonso Storni y Paulina Martignoni, ambos de nacionalidad suiza, se unió a la ola de inmigrantes europeos que por ese entonces emigraban a la Argentina en busca de un futuro prometedor. Se instalaron en la ciudad de San Juan y allí nacieron sus dos primeros hijos. Sin embargo, en 1890 decidieron regresar a su país natal y se asentaron en un pequeño pueblo llamado Sala Capriasca, ubicado en la Suiza italiana. Allí nació Alfonsina, el 29 de mayo de 1892. Cuatro años después, la familia decidió viajar de nuevo a San Juan donde residirá hasta 1900, año en que se trasladó a la ciudad de Rosario en busca de nuevas oportunidades.


Alfonsina creció en un ambiente de estrechez económica y por ello, cerca de los once años, tuvo que abandonar sus estudios y ayudar a su madre, en gran medida, por la inestabilidad laboral y emocional de Alfonso Storni. En 1906, cuando muere su padre, Alfonsina entra a trabajar como aprendiza en una fábrica de gorras. Más adelante comienza a trabajar en el teatro y llega a formar parte de la compañía del actor español José Tallaví. De esta forma, desde muy joven adquiere conciencia de que debe trabajar duro para ganarse el pan. Sin embargo, no la abandona su deseo de estudiar y en 1909 se matricula en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda, donde también ocupa el cargo de celadora. Al año siguiente obtiene el título de maestra rural e inicia sus prácticas en la ciudad de Rosario.
En esta época empieza a publicar sus primeros poemas en revistas locales pero muy pronto, cuando le faltan pocos meses para cumplir los veinte años, abandona Rosario y toma el tren rumbo a Buenos Aires: embarazada de un hombre casado y veinticuatro años mayor que ella, está decidida a empezar de nuevo en la capital argentina. Desde ese momento hasta su muerte, afrontará la vida como madre soltera pasando por alto los prejuicios morales de una sociedad hipócrita y estrecha.
Durante sus primeros años en Buenos Aires debe ajustar las exigencias domésticas y la crianza de su hijo a su incorporación al mundo literario. En 1916 aparece su primer libro, "La inquietud del rosal"; asimismo, consigue sus primeras colaboraciones literarias en Fray Mocho, Caras y Caretas, El Hogar, Mundo Argentino, que la ayudan a llegar a fin de mes y la estimulan intelectualmente. También establece amistad con reconocidos intelectuales de pensamiento socialista, como Manuel Ugarte y José Ingenieros, y empieza a recitar sus poemas en bibliotecas de barrio.

"El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal;
tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente."


En 1919 se hace cargo de una sección fija en la revista La Nota y más tarde en el periódico La Nación, en las que escribe de las mujeres y del lugar que merecen en la sociedad: «Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán» (en «Cositas sueltas»). A menudo se refiere, no sin ironía, a la actitud de las mujeres huecas; por ejemplo, en «Diario de una niña inútil» habla de las vidas tediosas y superficiales de las caza-novios. Asimismo, escribe sobre el derecho al voto femenino —que las leyes argentinas no aprobarán hasta el año 1946— y cuestiona las pesadas tradiciones que les impide a la mayoría de mujeres a elegir un camino más allá del matrimonio. De hecho, en sus artículos adopta un periodismo combativo y en más de una ocasión enfatiza que lo primero que se tiene que hacer para cambiar la situación de las mujeres es romper con los tópicos, los arquetipos, los lugares comunes que la sociedad patriarcal espera de ellas y para ello las insta a demostrar que son seres pensantes.
Estas ideas, en la década de los años veinte, y en Hispanoamérica, hicieron que ganara más detractores que admiradores, inclusive entre las mujeres.

A lo largo de estos años, Alfonsina trabaja intensamente: publica poesía, dicta conferencias y se desempeña como profesora en escuelas públicas. A partir de 1926 dispondrá también de una cátedra en el conservatorio de Música y Declamación donde impartirá clases de Arte escénico, mientras que por las noches dará clases de castellano y aritmética en escuelas para adultos.
A mediados los años veinte sufre una crisis de agotamiento físico y emocional debido al exceso de trabajo. Se le recomienda descanso absoluto y así comienzan sus reposos anuales en Mar del Plata y Córdoba. Pero esos reposos duran poco: Alfonsina necesita de su trabajo para vivir y sacar adelante a su hijo. No obstante, a pesar de sus crisis nerviosas y, sobre todo, gracias a su empeño, a finales de la década de los años veinte Alfonsina ha logrado convertirse en una mujer profesional consolidada en el mundo intelectual de Buenos Aires, un mundo dominado por hombres. Por aquel tiempo asiste ya a las reuniones y comidas del grupo Anaconda, con Horacio Quiroga (con quien llegó a compartir una intensa relación), Enrique Amorim, Emilio Centurión, etc. También participa activamente en las tertulias artísticas lideradas por Benito Quinquela Martín en el café Tortoni y en las del grupo Signo, realizadas en el hotel Castelar. En estas últimas conoce a Ramón Gómez de la Serna y a Federico García Lorca; allí también suele divertirse cantando algún tango o jugando al truco con sus amigos.
La obra poética de Alfonsina es el mejor legado para intentar comprender su vida, marcada por la lucha cotidiana. Sin embargo, pasó por un largo proceso de aprendizaje poético para realmente fundir la voz de la mujer moderna que ella era, con la voz interna de sus poemas.  En su primera etapa como poeta Alfonsina  escribió poemas de amor plagados de clichés, es justo decir que estos primeros poemarios nacen, ante todo, de profundos temas humanos, de experiencias vividas; en definitiva, poemas sinceros y autobiográficos (en «La loba», por ejemplo, hace alusión directa a su supuesta maternidad ilícita).  También sobresalen temas transgresores, como el deseo femenino, que le valieron los más duros comentarios por parte de la crítica tradicional, la doble moral a la que está sometida la virginidad de la mujer («Tú me quieres blanca»), la igualdad erótica entre los sexos y el derecho de independencia de ellas («Hombre pequeñito»), la posición subordinada y el legado de silencio heredado por las mujeres («Bien pudiera ser»). Y, por supuesto, su constante obsesión por la muerte («Oh muerte, yo te amo, pero te adoro vida... », nos dice en «Melancolía»).

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario, que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.


Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.


Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala;
no me pidas más.

Las contradicciones evidentes en estos poemarios tuvieron que ver con aspectos biográficos: aunque para entonces ya era una mujer independiente, también anhelaba ser amada (sus relaciones amorosas siempre fueron malogradas); en pocas palabras, ansiaba ternura y aceptación. El hombre será, en este sentido, el amado enemigo, y la sociedad, una entidad que no alcanzará a comprender su diferencia. Por eso su rebeldía, su subversión, la expresará por medio de la burla y la risa ácida («¿Qué diría?»). Sin embargo, a veces su excesiva sensibilidad traicionará su fortaleza.


¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si un día fortuito, por ultra fantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mi verso recorriendo las plazas
Libertado mi gusto de mortales mordazas?
¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?
En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

Luego de un tiempo en que repartiera sus obligaciones docentes con la crianza de su hijo, un período tranquilo en su vida, las cosas comienzan a cambiar: su primera obra de teatro, El amo del mundo, estrenada en 1927, fue duramente criticada debido, entre otras cosas, a la mala interpretación que se hizo de las ideas feministas expuestas en ella. A los tres días se suspendieron las presentaciones. Por otro lado, desde algunos años atrás, Alfonsina también recibía la crítica de la nueva estética argentina, es decir, los ultraístas en torno a la revista Martín Fierro, liderados nada más y nada menos que por un joven y talentoso Jorge Luis Borges. Los martinfierristas a menudo la tildaron de cursi y se burlaron de ella. Su fracaso teatral y los dardos de la nueva generación de escritores fueron sin duda tragos amargos para Alfonsina.
No volvió a publicar otro poemario hasta 1934, nueve años después de Ocre. En los últimos años se había interesado por autores más contemporáneos y en 1930 y 1932 realizó viajes a Europa que le permitieron conocer el trabajo de la Generación del 27. Pronto descubrió una nueva forma de escribir, una más acorde a sus vaivenes interiores de ese momento. Así encarnó una metamorfosis maravillosa y evolucionó de «poetisa» a «poeta»: al fin la mujer liberada y la autora, ahora libre de su estilo anterior, se mezclaron en una sola voz. 
Cuatro años después, y un mes antes de su muerte, publica Mascarilla y trébol, donde culmina la aventura vanguardista aunque en el fondo de un abismo: en este último libro la realidad aparece rodeada de imágenes oscuras, a veces grotescas. Y esto se comprende teniendo en cuenta el momento biográfico por el que pasaba su autora: en 1935 se le diagnosticó un cáncer de pecho y debió someterse a una operación quirúrgica en la que perdió su seno derecho. El hecho de tener que pasar por una mutilación física para seguir viva, la marcó profundamente. En los dos años siguientes a la operación, presiente la cercanía de la muerte ya que su salud empeora de manera irremediable. Por lo tanto, Mascarilla y trébol, escrito en estado casi de trance ante la certeza de morir, tiene un tono de reconciliada despedida. Pero al mismo tiempo la arrinconan el dolor físico y la desazón anímica. No ayuda para nada que su amigo Horacio Quiroga, la hija de este, Eglé (a quien Alfonsina profesaba un cariño especial), y su enemigo literario, Leopoldo Lugones, hayan decidido quitarse la vida; Quiroga en 1937, Eglé y Lugones unos meses antes que ella.
Alfonsina, por lo visto, consideraba que el suicidio era una elección concedida por el libre albedrío: en un poema dedicado a Quiroga expresa su admiración por la valiente decisión del escritor. 
De esta forma, en octubre de 1938, se marcha a Mar del Plata, supuestamente a descansar. Una noche, después de unas horas de intenso dolor, llama a la asistenta de la pensión donde se hospeda y le dicta una carta para su hijo. En la madrugada del 25 de octubre, Alfonsina, de cuarenta y seis años, bajo una lluvia torrencial, se arroja al mar desde un espigón dejando como testamento un poema, «Voy a dormir», y una carta de despedida a su hijo Alejandro.


"Voy a dormir" 

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.


A su amigo Manuel Gálvez le deja unas últimas palabras:


"Querido Gálvez: Estoy muy mal. Por favor... mi hijo... Tiene un puesto municipal, yo otro; ruéguele al Intendente en mi nombre que lo ascienda, acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina."

Tinta roja. Palabras que se caen hacia la derecha. Líneas muy irregulares. Impresionante documento. "Estoy muy mal"... Y luego las tristes, las dolorosas palabras finales: "Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más."



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Mercedes Sosa canta "Alfonsina y el mar".
Letra: Félix Luna.
Música: Ariel Ramírez.


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